Anexa al Zócalo del centro de Puebla se yergue la fastuosa Catedral, la segunda en dimensiones de toda la República de México, y sin duda una de las más bellas de toda América. Su mezcla artística de estilos virreinales es plausible en su preciosa fachada renacentista, las puertas de madera cinceladas, sus esbeltas torres, el baldaquino neoclásico posterior al altar o la sillería mudéjar del coro.
La Catedral de Puebla.
Su origen mucho menos pretencioso lo encontramos en la iglesia que se construyó en 1536 cuando el obispo de la diócesis de Tlaxcala (a 40 km de Puebla), Fray Julián Garcés promovió su edificación. En 1575 la iniciativa del rey Felipe II y del mismo obispo que facilitó el desplazamiento del obispado a Puebla, iniciaron las obras del templo con el nombre de Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción. El arquitecto español Francisco Becerra fue el maestro al que se atribuye el armado y levantamiento de las naves centrales de la catedral.
El empuje final para la finalización de las obras vino auspiciadas por Juan de Palafox y Mendoza, una de las figuras más insignes en el desarrollo sociocultural de Puebla. Su mecenazgo musical y su impulso en las artes desembocaron en la instauración de la Biblioteca Palafoxiana, uno de los archivos enciclopédico más relevante de toda la América Colonial.
Las obras duraron más allá de 1649 (aún quedaba la ejecución de las torres y de la fachada), fecha de la consagración, que curiosamente fue previa a las de las Catedrales de Ciudad de México y Cuzco, con las que comparte planos del arquitecto cántabro Juan de Herrera.
Las imponentes torres de la catedral de Puebla, las más altas de todas las iglesias de latinoamérica se culminaron en 1678 (torre norte) y en 1768 (torre sur)
Entradas Catedral de Puebla.
Interior de la catedral
La parte interior de la catedral es un verdadero museo de arte, con excelsas pinturas barrocas, notables frescos, y detalles de arte sacro en cada punto escultórico y orfebre que abundan.
Nada más entrar por la puerta principal conocida como la «del Perdón» encontramos la falsa tumba o cenotafio del mismo Juan de Palafox y Mendoza que murió finalmente en España donde fue requerido, pero cuya importancia en la culminación de la catedral lo hace merecedor de un lugar en el panteón catedralicio.
El Altar de los Reyes o Altar Mayor (siglo XVII) es uno de los conjuntos más apreciado en la ornamentación interior de la catedral. Se trata de un retablo central acompañado de dos laterales y una cúpula, todo en estilo barroco. Su nombre viene otorgado por las figuras de los nichos, que representan a los reyes y reinas santificados. Las pinturas de corte religioso pertenecen a Pedro García Ferrer (amigo del obispo mecenas Palafox que incluso está representado en una de las escenas de la adoración al niño Jesús ) mientras que las de los medallones se han atribuido a Miguel Cabrera. En la cúpula de tambor (la primera en América con esta estructura) hecha con piedra pómez para que fuera más ligera, podemos observar una gran viveza de los personajes de la Eucaristía que el pintor Cristóbal de Villalpando plasmó con gran acierto.
El ciprés (baldaquino, 1797 y 1818) es una obra maestra que lleva el diseño de Manuel Tolsá y la manufactura del poblano José Manzo), y es conocido como el Altar de los Reyes. Este altar actual sustituye a uno barroco de Pedro García Ferrer.